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TALLER DE CONFRONTACIÓN
La interculturalidad la vivimos a través del encuentro con otras formas de ver, sentir y habitar el mundo. En cada experiencia que compartimos como grupo, tuvimos la oportunidad de reconocer que las culturas, las tradiciones y las historias personales influyen profundamente en nuestras prácticas corporales y en la manera en que construimos nuestra identidad. Comprendimos que abrirnos al diálogo con lo diverso no solo nos enriquece, sino que también nos invita a mirarnos a nosotros mismos desde una nueva perspectiva.
Durante la salida al Centro de la Ciudad y al Chorro de Quevedo, aprendimos a observar los contextos sociales y culturales con una mirada más sensible y crítica. En este espacio histórico, donde nacieron los primeros trazos de la cultura bogotana, reconocimos cómo las dinámicas del comercio, la gastronomía, la música y las tradiciones de los cuenteros expresan la diversidad que nos rodea. A través de esta experiencia, entendimos que la interculturalidad no es algo distante, sino algo que se vive en cada gesto, en cada palabra y en la manera en que los cuerpos se encuentran en el espacio público.
La visita a la Catedral Primada de Colombia también nos permitió reflexionar sobre cómo la religión ha influido en nuestras expresiones, gestos y formas de relacionarnos con el entorno. Allí vimos cómo los cuerpos, a través del rito, la devoción o el silencio, cuentan historias de fe y poder. Como grupo, discutimos cómo estos espacios reflejan estructuras que, a lo largo de la historia, han moldeado y a veces limitado nuestras formas de ser, lo que nos llevó a pensar en la importancia de reconocer y transformar esas dinámicas desde la educación.
En la Clase de Confrontación con los Stands de Historia de Vida, tuvimos un encuentro más íntimo con la interculturalidad. Cada uno compartió parte de su historia, sus raíces y las experiencias que lo han formado. Al escucharnos y reconocernos, entendimos que todos llevamos dentro múltiples culturas y aprendizajes. Fue un espacio de respeto, empatía y conexión, donde comprendimos que nuestras diferencias no nos separan, sino que nos complementan. En las risas, los abrazos y las miradas compartidas se reflejó el valor de la diversidad y la riqueza de aprender desde el otro.
La obra de teatro “Ni mierda para el perro” nos confrontó con una realidad dura:
las desigualdades y las relaciones de poder que atraviesan la vida de muchas personas.Reflexionamos sobre cómo el cuerpo, en distintos contextos, puede ser un lugar de resistencia o de sometimiento. Esta experiencia nos ayudó a comprender que la interculturalidad también implica reconocer las injusticias y aprender a mirar el mundo con empatía y conciencia social.
Asimismo, la actividad de los héroes y personajes nos permitió imaginar desde la creatividad quiénes somos y qué historias nos habitan. Cada héroe que creamos representó una parte de nuestras vivencias, valores y contextos, y al compartirlos, pusimos en diálogo distintas formas de pensar y sentir. Fue una manera de reconocer que todos tenemos algo que aportar y que nuestras diferencias nos hacen más fuertes como grupo.
Finalmente, la visita al Cabildo Indígena Muisca de Suba fue una experiencia profundamente significativa. Allí, a través de las prácticas corporales, los relatos y los espacios compartidos con la comunidad, comprendimos que la interculturalidad no se enseña, se vive. Nos encontramos con una cosmovisión donde el cuerpo, el territorio y la espiritualidad se entrelazan, y donde cada gesto tiene un sentido de conexión con la tierra y con los otros. Esta vivencia nos llevó a valorar más nuestras propias raíces y a reconocer la importancia de cuidar la diversidad cultural como parte de nuestra identidad colectiva.
En conjunto, todas estas experiencias nos permitieron entender que la interculturalidad es un camino que se construye en el encuentro, en el respeto y en la escucha. Como grupo, aprendimos que cada cuerpo y cada historia llevan consigo una cultura, y que cuando nos abrimos al diálogo y a la diferencia, crecemos no solo como estudiantes, sino como seres humanos capaces de convivir en diversidad.




